martes, 29 de junio de 2010

cuento carveriano

¿SOY SU MARIDO?

Ella me vigila. Me vigila día y noche. Dice que estoy gordo, que no hago ejercicio, que veo mucha tele. Y me esconde los cigarrillos y la botella de ginebra. Pero cuando se va al trabajo, a las cinco de la tarde, me desquito con los salamines que guardo en el altillo.
Ayer me hizo desvestir y subir a la balanza. Me miró desde abajo y noté la mueca en su boca: una mueca de asco. Ya no le gusto, mi cuerpo le desagrada. Pero soy su marido.
Hoy le saqué plata de la caja donde guarda las propinas. Para comprarme ese aparato que muestran en la tele, el abominaiser que me está matando. Cuando ella lo vio frunció la nariz. Cree que no va a servirme de nada. Después encontró la tajada de tocino que escondí en el fondo de la heladera y se la dio al gato.
Ahora trajo una amiga a casa. Entre las dos me miran mientras hago los ejercicios con el abominaiser. Cuchichean y se ríen. Pero no me importa lo que piense su amiga, me importa lo que piensa ella. Porque soy su marido, ¿o no? Quiero que me sienta deseable de nuevo. Su amiga se sienta en el sofá y me mira fijo. A veces creo que andan en algo raro, a veces se hacen cosquillas y las dos se ríen como chiquillas.
Ya bajé tres kilos. Me veo en el espejo y me parece que estoy mejor, será por el aparato o será por la falta de ginebra, pero me veo más atlético. Para esta noche preparé un espectáculo, una especie de baile. Preparé luces y música. Y cuando las dos estén en el sofá haciéndose cosquillas, ni se imaginan lo que les voy a mostrar. Se les van a acabar las ganas de reírse, se les va a caer la baba, y entonces ella tendrá que despedir a su amiga, venir a la cama conmigo y decirme, como antes: ay papito. Porque, al final, soy su marido. ¿O no?